domingo, 22 de abril de 2012

El Rey de la selva

Pocas veces un acto, una situación, ha cambiado de tal forma la imagen de una persona o una institución como el viaje que hizo el Rey de España a Botswana. Hay miles de motivos para criticar el viaje y ni uno sólo para defenderlo.

La imagen del rey (en minúsculas) ha sufrido un inmenso varapalo. Muchos somos los que a raíz de ese viaje ya no podremos volver a mirarlo igual, o verlo sin sentir el más mínimo respeto y para muchos es un rey que ya no nos representa y nos sentimos abochornados cuando se presenta como nuestro Jefe de Estado.

Un rey yéndose a África a matar elefantes, como símbolo de su hombría, demuestra la poca sensibilidad de esa persona hacia la conservación de la naturaleza, a la crisis del planeta y especialmente, a la de su país, y nos retrotrae a la imagen de un monarca del colonialismo, un rey del siglo XIX divirtiéndose con crueles aficiones mientras sus pueblo pasa hambre.

El rey ha mostrado que no es mejor que otros líderes, como se empeñaban en hacernos creer, con un manto de silencio sobre su persona, valorando todos sus actos como maravillosos, de los cuáles tienen la culpa los dos grandes partidos, acríticos, y una prensa, de izquierda a derecha, servil y pelota. Todo ello, junto al plácet otorgado por la Constitución, le han otorgado un sensación de impunidad, de la cuál se ha aprovechado, demostrando una absoluta falta de valores. La Constitución sólo tenía razón en una cosa respecto a él: el Rey es irresponsable, y lo es del peor modo posible.

Su petición de perdón, avergonzado como un niño al que acaban de pillar, aunque demuestra que tiene un mínimo de vergüenza (sólo de que le hayan pillado, no de su actuación), es insuficiente e insultante porque cree que con eso queda todo resuelto y no especifica de que pide perdón, de matar animales en peligro de extinción, de correrse juergas millonarias mientras su país (ese que le quita el sueño) se hunde, de que lo hayamos pagado todos los españoles (tampoco es mejor que sus actividades las financien régimenes opresores, como una de las disculpas) o de que le hayan pillado.

Si de verdad está arrepentido, el Rey no le queda más que aceptar entrar en la Ley de Transparencia para que sean públicas todas sus actuaciones y renunciar a un puesto de privilegio que ha dejado de representar y dejarnos a los españoles elegir nuestro Jefe de Estado que, con suerte, nos abochornará un poco menos.

P.D. No pongo la famosa imagen porque cada vez que la veo me revuelve el estómago.