miércoles, 24 de diciembre de 2008

El legado de George W. Bush

Cuando George W. Bush llego a la Casa Blanca el 20 de enero de 2.001, se encontro en una situación heredada de Bill Clinton idílica: una situación de pleno empleo, con el paro constantemente bajando, una economía basada en la alta tecnología con años de diferencia sobre el resto del mundo, unos tipos de interés estables, una productividad y una renta per cápita en continua expansión, una imagen internacional bastante buena, gracias a la simpatía que despertaba Clinton, unas ciudades más seguras y una economía envidiada por el mundo, dónde destacaban las empresas de automóviles, Wall Street, la banca de inversión y unas agencias de calificación en teoría infalibles.

En definitiva, Estados Unidos después de Bill Clinton se hallaba con todo a favor y sin enemigos destacables en el ámbito mundial en el apogeo de su poder.

Pero en tan sólo 8 años, bajo el mandato de la Presidencia de Bush hijo, todo ha cambiado radicalmente: Estados Unidos es más odiado que nunca, sus enemigos no paran de aumentar y cada vez tiene más aliados, el paro sube por cientos de miles al mes, una economía al borde del colapso, dónde las grandes empresas se han visto a la quiebra o a la ayuda estatal, unas agencias de calificación en las que ya nadie confía, la desaparición de la banca de inversión, las tres grandes de Detroit, en especial General Motors, al borde del colapso y un plan de 850.000 millones de $ para salvar a una economía al borde de la depresión del colapso.

Además la Administración americana ha pasado de tener todas las armas a su disposición para afrontar cualquier crisis: un superávit estratosférico, una balanza de pagos equilibrada, los tipos de interés estables, una moneda fuerte y una credibilidad absoluta e inquebrantable.

Desde que llego W. como lo llaman en USA, el Estado ha entrado en una carrera de déficit público basado en seguridad, más seguridad, guerras en el extranjero y olvidandose de las infraestructuras básicas. El déficit comercial es cada vez más grande. El dólar se ha devaluado más de un 50% en apenas 4 años y ya se pone en cuestión su papel como moneda central de la economía. La última medida ha sido bajar los tipos de interés hasta el 0%, con lo que pierde otra arma más contra la crisis.

Con un déficit público en proporciones desconocidas y con compromisos de aumento en los próximos años, ya sólo queda la solución tercermundista a la crisis financiera: darle a la máquina de imprimir billetes. De hecho, ya lo han empezado a hacer, con los riesgos para el valor de su moneda y su credibilidad mundial.

Ante este panorama, EE.UU. ha perdido gran parte de su credibilidad internacional y cada vez necesita más aliados y de más superpotencias para ejercer su liderazgo mundial.

La alternativa a toda esta batería de medias era la siguiente: arriesgarse a una situación muy parecida a la de la Gran Depresión, con estos entrantes: Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, Lehmann Brothers, Bearn Sterns, Wachovia y Washington Mutual, entre muchos otros, en quiebra; General Motors, GMAC, Chrysler y sus suministradores (3 millones de empleos) al borde de la bancarrota y el Estado de California al borde de la suspensión de pagos.

Este es el legado que ha dejado el liberalismo ultraconservador de Bush del que sólo se han salvado las "empresas de la guerra", las petroleras, las compañías que financian al partido republicano y, por supuesto, Halliburton.

Ahora a EE.UU. les toca reinventarse de nuevo o perderan su liderazgo mundial. Ahora más que nunca Estados Unidos si que necesita que Dios les bendiga para salir de esta.

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